Salí buscando en el vuelo
de mis poemas, memoria,
revisando bien la historia
de mi vida en este suelo.
Y ya una vez en el cielo
me encaramé a la fortuna
de mirar desde mi cuna
hasta mis últimos días,
donde a mi vida veía
desde un rayito de luna.
Y entonces, entusiasmado
de ver mi vida al trasluz,
se me hizo carne la luz
y me vi identificado.
Como que si algo sagrado
se adentrase en mi quimera
y que esa luz por doquiera
lleve la paz, y la calma;
pienso quedarla en el alma
cuando toque que me muera.
Y entonces, en ese ambiente,
seré resplandor y abrigo,
el calor de mis amigos
cual brasita incandescente.
Seré la lumbre paciente
porque así sabré esperar,
mientras tanto iré a buscar
los que fueron al “no ser”,
¡y si es que los puedo ver!
sentirme estar, “o no estar”.
Y entonces, con sentimiento,
y hasta un permiso divino,
iré alumbrando el camino
cada uno a su momento.
Pero turbios pensamientos
que se cruzan desprolijos
de tristeza y regocijos
me bajaron a la tierra,
pensando el sentir que encierra
cuando le toque a mis hijos.